Resumen

Este artículo recupera información actual de la realidad que vive un territorio donde predomina la producción de caña. Se basa en observación etnográfica realizada en el ejido de La Vega, municipio de Teuchitlán, Jalisco. Se considera como referente teórico Berger y Luckmann (2012) para hablar de elementos culturales que forman a hombres y mujeres y conocer el sentido de su existencia. A partir de sus acciones diarias, se conoce el entorno y sus aspiraciones futuras como padres de familia, hijos, productores agrícolas o simplemente sujetos insertos en su espacio territorial. Los hombres generalmente parecen tener una crianza que los forma para hacer trabajo del campo: producir caña, sembrar maíz, cuidar y pastorear el ganado vacuno; mientras que en el quehacer de las mujeres prevalece una mentalidad tradicional que las induce a seguir haciendo labores del hogar: cuidar hijos, hacer la comida y lo que el esposo les diga; aunque ya empiezan a notarse cambios, esto no ocurre con todas. Como se podrá ver, la producción cañera es mínima y la agricultura en general es de autoconsumo y no llega a crear excedentes.

Abstract

This article recovers current information on the reality of a territory where sugarcane production predominates. It is based on ethnographic observation made in the ejido of La Vega, municipality of Teuchitlán, Jalisco. The theoretical reference of Berger and Luckmann (2012) is considered to talk about cultural elements that form men and women as well as to know the meaning of their existence. From their daily actions we know the environment and future aspirations as parents, children, and agricultural producers or simply as subjects inserted in their territorial space. Men generally seem to have an upbringing that trains them to do farm work: produce sugarcane, plant corn, care for and graze cattle; while women, in their work, it is as if a traditional mentality prevails to continue doing housework, taking care of children, making food, doing whatever the husband tells them; although changes are beginning to be noticed, it does not turn out to be a generality for all. As you can see, sugarcane production is minimal and agriculture in general is for self-consumption and does not create surpluses.

Palabras clave:
    • ejido de La Vega;
    • construcción de la realidad;
    • vida cotidiana;
    • socialización;
    • caña;
    • agricultura.
Keywords:
    • ejido de La Vega;
    • construction of reality;
    • daily life;
    • sugarcane socialization;
    • agriculture.

Introducción

El objetivo de este artículo es dar a conocer algunos resultados de la investigación exploratoria realizada en el ejido de La Vega, municipio de Teuchitlán, que se localiza en el noreste del estado de Jalisco. Se proporcionan algunos datos etnográficos y geográficos del lugar para dar a conocer su ubicación, y elementos socioterritoriales para describir su contexto y el lugar. También se hacen apreciaciones sociológicas y antropológicas acerca de lo que ahí está sucediendo, de los quehaceres con que hombres y mujeres le están dando sentido a la realidad que viven.

Esta investigación ha significado un reto sociológico en tres aspectos principalmente. En primer lugar, el ejido presenta condiciones climáticas que no suelen estudiarse; no es que el clima sea un obstáculo para el sociólogo rural, sino que la misma geografía propicia una manera de vivir. Además se realizan actividades productivas y se viven dinámicas cotidianas que forman parte de la cultura de un pueblo.

No se analiza el concepto antropológico de cultura, pero es fundamental para hablar de cómo transcurre la vida en las sociedades rurales y en cualquier otra sociedad. Conocer la familiaridad con los hábitos y las costumbres de vida de lugares con clima templado, llegar a un ejido en el que predominan el clima caluroso y la actividad cañera como fuente de ingresos, es adentrarse en una dinámica cotidiana distinta. Para hacerlo hubo que reorientar la mirada sociológica y antropológica para no perder detalle de lo que está sucediendo en el ejido de La Vega.

Un segundo reto fue delimitar el enfoque de análisis para hacer el estudio. No solo hubo que pensar en las costumbres y la familiaridad con los bosques templados, los usos y el manejo que suelen darles sus dueños, sino también qué está sucediendo con el agua en el lugar, y cuál es su relación con la actividad cañera. Finalmente, no ha sido difícil plantear e identificar problemáticas porque también el agua es un recurso natural que requiere planeación y coordinación de los productores locales para su buen uso y manejo. El agua es un recurso natural que se utiliza de acuerdo con las necesidades culturales y las exigencias de la población que la usa y explota; por lo tanto, genera percepciones sociales y posturas en la vida diaria de los sujetos.

Los seres humanos han normado todo aquello que se localiza dentro de lo que consideran y suelen demostrar que es su territorio. Por lo tanto, la tarea de investigación en este caso era reflexionar e ir directamente a los hechos para ver qué está sucediendo y cómo para tener, en la medida de lo posible, un acercamiento a la realidad misma y no estar imaginando o dilucidando quizá lo que interese al investigador y no aquello que pudieran estar viviendo los ejidatarios.

El tercer aspecto del reto sociológico tiene que ver con la elección de un marco teórico que permita a cualquier lector hacer una revisión del argumento más elaborado desde la perspectiva de la sociología y la antropología acerca de los comportamientos de hombres y mujeres que viven en el ejido de La Vega; de sus actitudes y acciones, su sentir y sus pensamientos. En este sentido, la sociología permite argumentar por qué suceden tales o cuales comportamientos o acciones, mientras que la antropología contribuye a capturar la vida real mediante descripciones de qué hacen las personas y cómo lo hacen.

Puesto que la realidad es compleja y multirreferencial, y pareciera que la vida de los humanos transcurre en capas múltiples, en este artículo se consideran argumentos teóricos que pueden contribuir a hablar de los habitantes del ejido de La Vega. En particular, se consideró como referente teórico la propuesta sociológica de Berger y Luckmann (2012) sobre la construcción social de la realidad porque parten de la vida cotidiana para hacernos ver a hombres y mujeres en una existencia aparentemente sencilla y básica. Aunque no es así, pues los sujetos van configurando sus actuares y pensares conforme a la realidad que viven, en la que cada uno actúa según sus necesidades e intereses, y producen interrelaciones en el territorio cañero de acuerdo con el lugar que ocupan en la estructura social comunitaria.

Los alcances de esta investigación son apenas los de una exploración que nos acerca a conocer cómo es la vida en el pueblo cañero de La Vega. Aún falta profundizar en vetas de análisis como la forma en que el ingenio azucarero organiza la economía de los ejidatarios o impacta en ella, cuál es la relación de poder que existe entre el ingenio y los cañeros, y otros temas interesantes que es necesario abordar con un enfoque distinto. No obstante, este primer acercamiento ya aporta algunos elementos culturales y sociológicos de quiénes y cómo son estos seres humanos asentados en un territorio cañero.

Metodología

Para hacer un estudio sociológico-antropológico es necesario utilizar un enfoque cualitativo, porque es la manera de conocer cómo viven los sujetos: hombres y mujeres. Esto hace posible hablar de la interrelación que tienen con su mundo; de su vida cotidiana, la construcción de su realidad y cultura, sus percepciones sociales, su organización familiar; de sus intereses, necesidades y motivaciones, entre otras variables sociológicas.

Para hablar de cómo se construye la realidad en un pueblo cañero, como lo es el ejido de La Vega, es determinante utilizar herramientas metodológicas meramente cualitativas. Por ello se diseñó un cuestionario con preguntas abiertas para hacer entrevistas a profundidad, de tal manera que los sujetos, con sus propias palabras y sumergidos en su propia cultura, expresaran libremente lo que ven, les interesa, les inquieta, les preocupa o simplemente no consideran algo importante en sus vidas, como suele ocurrir muchas veces; esta es la metodología que se sugiere utilizar (Quecedo y Castaño, 2002). En ocasiones parece que el investigador se preocupa más por solucionarles la vida que por ocuparse de la suya propia, es decir, por investigar y explicar. No es el caso de este trabajo, es solo una alerta epistemológica para que otro autor esté atento y vigilante al respecto. A veces el «extranjero» parece tener muy claro lo que sucede en el interior de la comunidad, pero a sus habitantes no parece importarles los focos rojos o problemas que desde la perspectiva del investigador parecen limitar el desarrollo local, o al menos no son su prioridad.

La observación y su instrumentalización es el método adecuado para poner atención en aquello que es de interés y lo prioritario en la investigación, pues aunque parezca que observar es una tarea que cualquiera puede realizar, en el quehacer sociológico-antropológico no es así de ordinario. «Es la técnica más recomendada para las investigaciones cualitativas» (Guerrero, 2016: 6).

La observación es una técnica que se estudia, aprende, ordena, planifica; no es perfecta porque ni en las ciencias sociales ni en ninguna otra ciencia existe la perfección, solo se puede mejorar lo que ya se hizo. Así pues, observar es la tarea de aprender a seleccionar aquello que es de interés; de lo contrario, no se le pone atención. Por eso se planteó una pregunta fundamental: ¿qué interesa observar? Asimismo, se planteó un objetivo para establecer ejes y delimitar descripciones que argumentar, tomando como referencia el marco teórico-conceptual propuesto: la construcción social de la realidad. Con este enfoque se elaboró la información para desarrollar el apartado sobre la construcción social de la realidad en el pueblo cañero. No se utilizan más referentes teóricos porque no se plantea un estado de la cuestión, ya que no es el propósito de este trabajo.

La observación se conforma por agregados que, sumados, configuran la cientificidad de realizar trabajos con perspectiva sociológica; consiste en describir y explicar lo que vemos, proceso en el que la teoría puede ayudar. Pero también se trata de producir datos partiendo de la realidad misma, de tal manera que tengan confiabilidad científica y no sean producto de prejuicios morales del investigador o de quien los produzca. Como lo sugiere Pieron (1986), se debe describir lo que es, qué se ve, sin agregarle ni quitarle nada. En esto radica la neutralidad, imparcialidad y objetividad de hacer investigación en ciencias sociales.

En todo trabajo que verse sobre las sociedades rurales mexicanas el quehacer etnográfico es fundamental para iniciar la investigación. Por eso hubo la necesidad de ir a la comunidad, de hacer visitas constantes y realizar trayectos por el ejido de La Vega, así como por la presa del mismo nombre.

Los recorridos en campo hicieron posible identificar las características físicas del territorio, la ubicación y delimitación de espacios de uso agrícola, caminos de terracería, brechas y áreas habitacionales cercanas a las zonas de riego. Poco a poco, con el transcurrir de los días aquella geografía antes desconocida pasó a formar parte del acervo visual y etnográfico de la investigación.

La Vega es una comunidad agraria pequeña donde casi no hay movimiento, pues tiene una emigración que repercute en el uso del territorio. Por eso da la impresión de ser un pueblo casi solitario, lo que fomentó más la curiosidad de saber qué hacen los hombres y las mujeres del lugar; de qué y cómo viven ya que casi no se ven en las calles, sobre todo entre las doce de la mañana y las cuatro de la tarde, cuando el calor es inaguantable.

El clima tampoco es el más amigable, pues al mediodía el calor sofoca y es casi imposible desplazarse. Estas eran algunas inquietudes provisionales para iniciar una investigación exploratoria y tratar de descubrir cómo transcurre la vida cotidiana en la comunidad; los elementos culturales, materiales y simbólicos que dan coherencia a la estructura social, y cuál es la configuración de las instituciones que determinan los comportamientos y las aspiraciones de quienes viven en La Vega. Identificar prácticas rutinarias que de alguna manera legitiman la reconfiguración de un tipo de sociedad rural o semirrural. «La investigación descriptiva opera cuando se requiere delinear las características específicas descubiertas por las investigaciones exploratorias» (Díaz y Calzadilla, 2016: 118).

La observación etnográfica consistió primeramente en identificar los espacios geográficos de uso social en La Vega, como el centro, el kiosco, la iglesia, las escuelas y espacios de recreación (corral de toros), así como entablar diálogo amistoso con quien se prestara a iniciar una charla. Cuando se es un extraño normalmente hay reacciones de asombro (Hammersley y Atkinson, 1994) e inquietud por saber qué hace en su espacio geográfico; afortunadamente en este caso no hubo tanto problema. Si bien no hubo un recibimiento con bombo y platillo, la presencia del investigador no pareció causar conflicto. Aparentemente así era. Con el paso de los días fue posible descubrir que quienquiera que llegue a la comunidad es observado prácticamente desde su llegada inocente al pueblo. También se localizó a las autoridades para conocer la organización social de la comunidad, entre otras temáticas, como enterarse de las actividades en que se ocupan los habitantes. Se entrevistó al presidente del comisariado ejidal y al regidor, autoridad civil que representa a la ciudadanía de La Vega. Se entrevistó a productores cañeros, amas de casa y jóvenes. Desde 2018 existe un contacto cercano con lo que está ocurriendo en la comunidad, aunque las visitas ya no son tan frecuentes debido a otras responsabilidades académicas y a la pandemia de covid-19.

Algunas preguntas consideradas para las entrevistas a profundidad y las observaciones fueron: ¿Cuántos años tiene produciendo caña? ¿Usted tiene otro oficio aparte de producir caña? ¿Qué le gusta del ejido de La Vega? ¿Usted ha vivido fuera de La Vega? ¿Qué es lo que más le agrada de vivir aquí? ¿Cómo describe el trabajo cañero? ¿Qué hace en su tiempo libre? ¿Cómo se entretienen los niños? ¿Qué espacios de recreación hay en la comunidad? ¿Tiene algún pasatiempo? ¿Quisiera que sus hijos se dedicaran a producir caña? ¿Qué lo motiva a producir caña?

La dinámica de hacer entrevistas a profundidad y trabajo de campo no es tan rígida y ordenada, pues hay momentos únicos e irrepetibles que si el investigador no aprovecha dejará ir excelentes oportunidades de generar datos. No obstante, «se basa en el seguimiento de un guion de entrevista, en él se plasman todos los tópicos que se desea abordar a lo largo de los encuentros» (Robles, 2011: 41). Por eso la recomendación de tener presentes siempre para cualquier conversación el guion y el objetivo.

Al final de las referencias de este artículo se menciona a los entrevistados, de quienes no se ponen sus nombres por mantener su privacidad, pues la mayoría dijeron que no querían que se usara. En el caso de los ejidatarios solo se pone ejidatario 1, 2 o 3, y en el de quienes no lo son, se les menciona como entrevistado si se trata de un hombre o entrevistada si es una mujer.

La realidad en perspectiva sociológica

En México las comunidades de zonas rurales han atravesado por momentos que las coloca en situación adversa por lo que les depara el futuro a sus habitantes. Al parecer, luego de la Revolución Mexicana cada parte del territorio nacional ha tenido cambios vertiginosos constantemente, lo cual pone en riesgo la estabilidad residencial y laboral de los sujetos que la habitan. De no ser así no se habrían registrado los cada vez mayores flujos migratorios que han ocurrido por doquier en México; de lugares donde antes no había emigración ahora salen personas con frecuencia, y desde aquellos con antecedentes migratorios también se han incrementado las salidas (Genova, 2012). Asimismo, surgen conflictos armados que luego de ser candentes se tranquilizan, pero resurgen. Tal es el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) (Hernández, 2007). En México, que está lejos de ser un país tranquilo, siguen sucediendo acontecimientos que ponen en duda la estabilidad territorial, como el narcotráfico (Pansters, 2012; Malkin, 2003; Mendoza, 2008), los feminicidios (Castañeda, Ravelo y Pérez, 2013) y los asesinatos. Esto hace parecer que el país está sumergido en una guerra camaleónica; es decir, aunque parece haber tranquilidad, la nota roja anuncia a diario asesinatos en alguna parte de México (Galindo, 2015; Redacción de Aristegui Noticias, 2021).

Vivir en el campo mexicano no parecer ser una opción. Solo una parte de quienes nacieron en él siguen arraigados a su terruño, pues prácticamente no hay experiencias de personas que se muden a vivir con júbilo al campo, que no parece atraer a los sujetos. No sucede lo mismo con las ciudades, que desde el siglo XVIII se convirtieron en polos de atracción para ganar dinero, alquilarse por un salario y tal vez la posibilidad de adquirir una vivienda (Aliste, Contreras y Sandoval, 2012; Bladimir, 2005).

Si a esto le agregamos que las sociedades rurales no gozan de los servicios que sí tienen las ciudades -sobre todo las capitales-, pareciera que estas pueden mantener tal preferencia. Actualmente los sujetos parecen tener más gusto por el asfalto, las diversiones y los espacios artificiales que el capitalismo y la globalización han ido configurando con el paso de los años, como cines, parques, juegos mecánicos, plazas comerciales, estadios, museos, avenidas preciosas con asfalto y jardineras, entornos construidos y diseñados de acuerdo con los requerimientos de los habitantes citadinos. Aunque no todas las ciudades cuentan con estos espacios, la generalidad de ellas trata de embellecer la parte más céntrica. Pero cuando se sale de ella se ven espacios geográficos como sacados de cuentos de ficción, ya que los contrastes son abismales y las evidentes diferencias económicas resultan inmorales. En el caso de La Vega se aprecian desde las fachadas de casas más elaboradas o con grandes inversiones de los migrantes hasta casitas sui géneris que no corresponden al estilo semiurbano, de familias sin excedentes de ingresos que les permitan modificarlas.

Las ciudades construyen espacios de recreación y entretenimiento en los fines de semana para una población que se ocupa rutinariamente en su trabajo. Es necesario que las grandes urbes o paisajes de asfalto iluminen con luces de colores los atardeceres, y los ruidos ponen en funcionamiento el sentido del oído por el ir y venir de vehículos en ciudades como Guadalajara.

El ser humano tiene más gusto por la ciudad que por los espacios rurales, y es que no existe un lugar en el globo terráqueo que no esté normado y regulado por alguna cultura. Por su parte, lo rural pareciera haber quedado como el espacio geográfico que se puede visitar los fines de semana, siempre y cuando reúna ciertas características. Los expertos en turismo rural saben que no todos los lugares son apreciados y disfrutados por los sujetos, solo aquellos considerados bonitos, atractivos o cool; de lo contrario, «no tiene caso ir». Debe «haber algún atractivo para el turista» (Pérez, 2010: 511). En el caso de México, el proyecto de Pueblos Mágicos era que los visitantes acudieran a ellos por tener algo atractivo que observar y apreciar, ya sean sus calles, casas, monumentos o artesanías para «aprovechar la singularidad de las localidades» (Pérez y Antolín, 2016: 225).

Al parecer, el ejido de La Vega no goza de tantos privilegios paisajísticos y geográficos para considerar que tenga potencial turístico o hacer negocios de bienes raíces, como sí sucede con otros lugares de México. Ejemplos de ello son Pátzcuaro, Michoacán; San Miguel Allende, Guanajuato; Tepoztlán, Morelos; Taxco, Guerrero; Cholula, Puebla, y San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. En Jalisco, Mazamitla recibe cada fin de semana a muchos visitantes citadinos, principalmente de Guadalajara.

La Vega, por otro lado, tiene características territoriales que tampoco parecen darle el potencial de una alta y diversificada productividad agrícola, por lo que sus habitantes se han centrado básicamente en el cultivo de caña de azúcar y algunas hortalizas. Aunque se localiza cerca de la presa de La Vega, el agua de esta apenas alcanza para regar la caña en una parte del ejido y no en todo por las condiciones del relieve.

Entonces, ¿cómo transcurre la vida de los sujetos del ejido de La Vega? ¿Qué les interesa? ¿Qué les preocupa? ¿Qué problemas identifican en su comunidad? Más aún, ¿cómo construyen su realidad a partir de sus propias condiciones geográficas? ¿Qué es lo que tiene sentido para ellos? Pareciera que es un pueblo que generalmente está solo.

Marco teórico

Esta investigación exploratoria retoma la propuesta sociológica de Berger y Luckmann (2012) sobre la construcción social de la realidad para explicar cómo los habitantes del ejido de La Vega, en su quehacer diario, se dedican a sus tareas cotidianas, van reconstruyendo un mundo de vida moderno, multiverso, complejo, cambiante y circunscrito al potencial que ofrece su propio territorio.

Hablar de la realidad como algo que van construyendo los sujetos en la vida diaria mediante las relaciones sociales y a la luz del conocimiento humano podría resultar obvio; no obstante, para Berger y Luckmann no es así. Nuestra interpretación sociológica es que hombres y mujeres se van formando cotidianamente a través de hábitos y rutinas que les van imponiendo unas estructuras sociales dadas; pareciera que lo único que tienen que hacer es seguir una serie de pasos para continuar coexistiendo. Esto es lo que se denomina internalización de roles.

La postura teórica apunta a que los investigadores deberíamos explicar cómo los sujetos van construyendo socialmente su propia realidad en lo que las académicas denominan vida cotidiana. En su análisis, una interpretación sería que deberíamos prestar más atención al uso del lenguaje: los términos más usuales, los significados, los símbolos derivados de ello, pues son fundamentales para entender la interacción social de los sujetos, cómo se comunican, las relaciones humanas, e interpretar en este marco contextual qué quieren comunicar a los otros. Situaciones aparentemente simples que solo se podrían entender y explicar usando el sentido común de los participantes, su territorialidad y estructura social, enmarcada por las instituciones y la cotidianidad.

Berger y Luckmann (2012) nos hacen ver que los seres humanos son entes teóricos por naturaleza, ya que están construyendo su propia teoría a partir del conocimiento que van adquiriendo en la vida diaria y rutinaria, dirían ellos. Esto nos permite observar que el sentido común forma parte del acervo cultural, con el que están aprehendiendo la realidad misma; por eso esta se objetiva en cada una de sus prácticas, las cuales tienen un valor o significado y al realizarlas legitiman la estructura social.

Por lo tanto, los seres humanos son productos sociales que han internalizado prácticas, valores, costumbres, etcétera, de acuerdo con la sociedad en que han nacido, crecido o siguen desarrollándose. Por eso cuando los sujetos cambian de territorio enfrentan un choque cultural, pues la nueva realidad es distinta de la realidad del lugar de procedencia, donde han aprendido otras cosas: hábitos de comida, palabras o uso de lenguaje, prácticas sociales aceptadas o rechazadas por la sociedad de la cual proceden. Mudarse de territorio, recorrer o visitar uno nuevo que se desconoce es estar haciendo territorialidad, volver a iniciar un proceso de socialización y familiaridad; por la capacidad intelectual que se tiene, se puede adaptar fácilmente y entablar un diálogo o simplemente desenvolverse con soltura.

El sujeto, desde su nacimiento, es sometido a una serie de reglas y normas ya establecidas por instituciones como la familia, la escuela, la religión o el barrio, entre otras; a esto Berger y Luckmann le llaman realidad objetiva. Cada vez que ponga en práctica normas morales, económicas, políticas, culturales, etcétera, impuestas por las instituciones, estará legitimando su existencia y razón de ser; de no ser así, simplemente no tendría sentido su permanencia. El sujeto atraviesa una historia de vida desde su etapa de crianza hasta llegar a la adulta; mediante un proceso de socialización, se va forjando y construyendo como un ser social por naturaleza, pues está en relación con el conocimiento que va adquiriendo según la comunidad en que vive. No nos sorprendamos, entonces, de que llegada su etapa adulta, simplemente reproduzca lo que durante sus años de vida ha aprendido. Como vulgarmente se dice: «lo que ha mamado toda la vida».

Esto podría explicar fácilmente por qué los seres humanos son como son, porque la realidad que les ha tocado vivir los ha condicionado y domesticado de acuerdo con el modelo y la forma que exigen las instituciones sociales; como una modalidad de capacitación social, ha sido instruido para comportarse, por lo que no se espera de él algo distinto de lo que se le haya enseñado e instruido cabalmente. «Los sujetos construyen la sociedad y, a la vez, son construidos por esta» (Rizo, 2015: 21).

Sin embargo, Berger y Luckmann afirman que los sujetos, en una etapa de socialización secundaria, pueden entrar en crisis y reorientar lo que hasta ese momento han aprendido, situación que los colocaría en estado de conflicto existencial; esto es posible que ocurra, dados los sentimientos y las emociones que los caracterizan en su condición humana. Al respecto, los autores no dan más detalles, pero se podría decir que es parte de la capacidad que tienen los sujetos para decidir, para sopesar las decisiones que en un momento dado tienen que tomar, o poner en balance su propio actuar, pensar y hasta lo que están sintiendo.

El sujeto comparte un mundo de la vida con otros, por lo que está en constante interacción y comunicación con otros seres humanos de carne y hueso, que también tienen necesidades, motivaciones e intereses propios. El presente o la realidad se comparten en interacciones continuas, encuentros cara a cara, acciones y comportamientos cotidianos, que van generando experiencia y conocimientos asimilados.

Territorio cañero: ejido de La Vega, Teuchitlán, Jalisco

Como ya se dijo, el ejido de La Vega se ubica en el municipio de Teuchitlán, Jalisco (véase Mapa 1). Aunque se localiza cerca de la presa de La Vega, no todas las tierras gozan de sistema de riego debido a las características geográficas del territorio.

Ejido de La Vega

Fuente: Elaboración propia.

El ejido se localiza aproximadamente a 40 minutos de la zona metropolitana de Guadalajara; se llega desde ella por una carretera libre que se prolonga hasta Puerto Vallarta. La economía de los habitantes de La Vega se basa principalmente en las actividades agrícolas; producen caña de azúcar y siembran maíz, frijol, garbanza y calabaza.

La caña se vende directamente al ingenio azucarero de Tala, Jalisco. De esta venta, los habitantes del ejido de La Vega obtienen ingresos para el sustento de sus familias; los otros cultivos son básicamente de autoconsumo, ya que se producen en menor escala. Cada ejidatario tiene unas pocas hectáreas de tierra. La producción ganadera también es de autoconsumo, pues no se hace a gran escala; se cría ganado bovino de carne y leche, porcino, mientras que para el trabajo se cuenta con equino. Un fenómeno visible es la alta emigración que hay desde hace décadas. Las redes sociales y la experiencia acumulada por años han facilitado las rutas migratorias, lo que fortalece el ánimo para abandonar el terruño.

Las herramientas que se utilizan en la producción agrícola son palas, machetes y azadones, mientras que para preparar el terreno e iniciar las siembras suelen utilizarse mulas o yuntas de bueyes. Generalmente la temporada de las actividades agrícolas iniciaba a mediados de mayo, con las primeras lluvias; pero ahora con los cambios climáticos ya no es tan certero el inicio de dichas actividades.

No todas las parcelas del ejido cuentan con riego, la mayor parte del territorio ejidal es temporalero, es decir, los cultivos se producen mediante las lluvias que caen de junio a septiembre, que es cuando suele llover. Cuando los habitantes de La Vega mencionan que las lluvias «no son mucho cada año» quieren decir que no son abundantes. Los productores con riego en sus parcelas afirman que a la llegada de las lluvias las cañas dan el estirón, pues el riego apenas es suficiente para mantener la producción activa. Cuando llueve, el agua ayuda a que la planta crezca.

El agua que usan los ejidatarios para regar proviene de la presa de La Vega, que inició sus operaciones en 1954. El embalse tiene una capacidad de retención de 44 035 000 metros cúbicos de agua, que se abastece de veneros que nacen en la parte alta del municipio de Teuchitlán y de las lluvias del temporal. La construcción de la presa ha creado un espacio atractivo para ser visitado ya que se construyó infraestructura para ello; no obstante, actualmente parece un lugar abandonado y está sumamente descuidado. En el mapa aparece como una presa grande en su interior. Los habitantes dicen que tienen un gran problema de contaminación, y aun así capturan para su consumo especies como carpa, bagre y mojarra.

Aunque no es el tema central de este artículo, se puede agregar que los cañeros entrevistados señalaron como el principal problema que la presa de La Vega está contaminada con desechos químicos que tira el ingenio azucarero de Tala, además de las aguas negras de las localidades de Tala, Los Ruiseñores, El Refugio, La Mora y Teuchitlán. Las palabras que más usaron fueron: «ácidos en el agua», «químicos y drenajes», «el agua de la presa de La Vega está contaminada» y «mala calidad del agua por drenajes y desechos de químicos». Esto hace que al usarse el agua para riego la tierra quede como si se hubiera tirado sal en los canales donde están los cultivos de caña.

La Vega se localiza en el polígono de Teuchitlán, considerado como parte de la región Valles de Jalisco. De acuerdo con el Prontuario de información geográfica municipal de los Estados Unidos Mexicanos, Teuchitlán, Jalisco (2009), se localiza entre los paralelos 20°34’ y 20°48’ de latitud norte y los meridianos 103°44’ y 103°55’ de longitud oeste; tiene una altitud de entre 1 300 y 2 100 metros sobre el nivel del mar. Colinda al norte con los municipios de Ahualulco de Mercado y Amatitán; al oriente con Amatitán, El Arenal y Tala; al sur con Tala, San Martín Hidalgo y Ameca, y al poniente con Ameca y Ahualulco de Mercado. Ocupa 0.28 % de la superficie del estado de Jalisco. El municipio cuenta con 17 localidades y su población total es de 7 743 habitantes (INEGI, 2020).

En cuanto al clima, su temperatura oscila entre los 16 y 22 grados centígrados, y su precipitación entre 800 y 1 100 milímetros. Esto hace que tenga un clima semicálido subhúmedo con lluvias en verano y una humedad media de 98.55 %, y templado subhúmedo con lluvias en verano, de mayor humedad (1.45 %) (INEGI, 2009).

Los usos del suelo son: agricultura 51.99 %, zona urbana 0.98 %; la vegetación está compuesta por pastizal 13.36 %, selva 12.38 %, bosque 10.43 % y mezquital 2.83 %. Respecto al uso pecuario, se menciona que es estacional 11.40 %. Las tierras no aptas para la agricultura son 9.46 %, para el desarrollo de praderas cultivadas 51.76 %, para el aprovechamiento de la vegetación natural diferente del pastizal 27.38 %, para el aprovechamiento de la vegetación natural únicamente por el ganado caprino 11.40 % y no son aptas para uso pecuario 9.46 % (INEGI, 2020).

En el municipio de Teuchitlán se localiza el centro arqueológico más importante de Jalisco, denominado Guachimontones; en una zona cerril se encuentra una serie de edificios prehispánicos con forma de círculos concéntricos. Actualmente es un área natural protegida a la que se considera un gran atractivo turístico.

Cabe mencionar que México goza de características geográficas excepcionales que hacen de él un territorio megadiverso y con una gran riqueza de recursos naturales. Asimismo, las poblaciones poseen sus propios matices culturales. Si bien esta puede ser una buena cualidad en términos de recursos, no parece ser de igual manera a la hora de poner en marcha políticas públicas, pues esa misma diversidad cultural genera todo tipo de percepciones y acciones de hombres y mujeres, según sea el territorio al que se haga referencia.

Así pues, el estado de Jalisco ha sido divido en doce regiones, a saber: Norte, Altos Norte, Altos Sur, Ciénega, Sureste, Sur, Sierra de Amula, Costa Sur, Costa Norte, Sierra Occidental, Centro y Valles. A esta última región pertenece el municipio de Teuchitlán, donde se encuentra el ejido de La Vega (véase Mapa 1) (INAFED, 2019).

La Vega tenía en 2010 una población de 1 663 habitantes, de los cuales 803 eran hombres y 860 mujeres. Según el censo de 2020, su población ha aumentado a 1 741 habitantes, de los que 882 son mujeres y 859 hombres. Al parecer la población no ha crecido mucho, pues en 2005 se contabilizaban apenas 1 513 habitantes. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2010), la fecundidad o hijos promedio por familia en La Vega es de 2.94, por lo cual está cerca del promedio nacional, que es de 3.2. En este ejido las parcelas, como generalmente sucede en México, son superficies pequeñas. En el país existen 29 618 ejidos (RAN, 2014).

De acuerdo con el acta del Registro Agrario Nacional (RAN, 2000), el ejido de La Vega tiene una superficie de 1 828-14-98.895 hectáreas, de las cuales 1 460-47-97.994 son superficie parcelada, 262-54-36.111 son tierras de uso común, 48-09-66.791 son de asentamientos humanos, 49-76-86.752 se destinan a infraestructura, 03-87-45.464 corresponden a ríos, arroyos y cuerpos de agua y 03-38-65.783 hectáreas son áreas especiales.

La comunidad de La Vega está considerada con un nivel de marginalidad bajo.1 En cuanto a su alfabetización, tan solo 7.3 % de la población es analfabeta, 6.48 % de hombres y 4.19 % de mujeres. No existe mucha diferencia entre géneros en el grado de escolaridad, pues los porcentajes son similares: 7.11 años en los hombres y 7.27 años en las mujeres.

En cuanto a vivienda, podemos decir que la mayoría cuentan con los servicios de energía eléctrica, agua potable y drenaje. Las construcciones están hechas principalmente a base de tabique o tabicón; sus pisos son de losa y los techos de concreto o algo más típico del lugar: de bóveda de ladrillos. Se contabiliza un total de 620 viviendas, la mayor parte de ellas con electricidad, agua potable y excusado. También cuentan con aparatos como televisor, radio y refrigerador.

La construcción social de la realidad en el pueblo cañero

La estructura social del ejido de La Vega parece estar constituida por dos elementos: el trabajo y la familia. Respecto al primero, las labores diarias empiezan antes del amanecer; no es ninguna novedad para los estudiosos de la vida rural de México que estas inicien antes del alba. El campesino, acostumbrado a sus tareas agropecuarias, empieza dándoles de comer a los animales que lo acompañarán durante su jornada del día, seleccionando sus herramientas de trabajo y otras cosas que necesita para labrar la tierra, sembrar, abonar o hacer otra labor que requiera el cuidado de la caña o preparar el riego. Otra labor es chaponear, como se le llama a una actividad agrícola que consiste en quitar las malas hierbas, que compiten por los nutrientes con el cultivo de la caña. Así inicia el día para algunos hombres que siguen trabajando en el campo.

Pero no todos se dedican a las actividades agrícolas, en el ejido de La Vega también hay otro sector poblacional que sale a trabajar a la zona metropolitana de Guadalajara. Estos trabajadores son transportados a las plantas industriales para cubrir distintos turnos, por lo que unos salen muy temprano y otros al mediodía.

Los sujetos están acostumbrados a cultivar caña de azúcar, frijol, garbanza, maíz y calabaza. No parecen tener la intención de sembrar otra cosa, el mercado regional no exige otros cultivos y ellos están habituados desde la niñez a realizar las mismas labores agrícolas. Para obtener otros productos necesitan adquirir nuevos conocimientos y desarrollar otras habilidades que solo con la práctica les proporcionarán experiencia y capacitación, pues cada cultivo requiere unas labores particulares; no es lo mismo sembrar jitomate que cebolla, aunque parezca obvio. Además, la percepción es que en caso de cambiar de cultivo se requiere que sea a otros que generen ingresos estables o representen mayor ganancia para los productores. Ellos lo expresan así: «Si pudiera abandonar la producción de caña, si encontrará otro oficio que deje más dinero, quizá lo haría».

El cañero no puede cambiar de cultivo porque no tiene el tiempo ni los recursos económicos para introducir otros alternativos, como las berries. Sabe que existen parcelas que son verdaderas inversiones, que han requerido fuertes cantidades de dinero y sus propietarios han sido impulsados por agentes externos a las comunidades rurales.

Los forasteros dicen que el cultivo de caña es una actividad para flojos. Piensan que basta con sembrarla y esperar a que crezca sola para cosecharla. Pero no es así de sencillo, pues requiere labores que ayuden a su crecimiento, como quitar algunas hierbas que compiten con ella por el sol y los nutrientes del suelo, dar mantenimiento a los canales de riego, combatir plagas como las ratas, que pueden acabar con la caña, etcétera.

Los cañeros consideran que cultivar caña es un trabajo agotador; que si bien no requiere muchas labores agrícolas, sí es demandante de tiempo. Se le vigila de manera constante. Aunque también hubo quienes dijeron que el trabajo de la caña «no es muy agotador», «no es ni pesado ni liviano». Sucede que tampoco tienen muchas tierras en producción, normalmente solo de tres a cinco hectáreas. Quizá por eso se expresan así.

La cosecha es una actividad agotadora. El primer paso es la zafra o quema de la caña; después los hombres, con machetes afilados, van tumbando las varas y haciendo montones para su traslado. Esta tarea los deja cubiertos de tizne, y las hojas son aguatosas.2 Los cortadores deben usar cubrebocas todo el tiempo y camisa de manga larga para protegerse, pues los aguates producen ardor y comezón en la piel, y si no tienen cuidado también les afecta las vías respiratorias hasta llegar a provocarles estornudos constantes y escurrimiento nasal. Hay quienes han padecido fiebre luego de participar en los primeros días de cosecha. Por lo tanto, no es una tarea fácil, sino que tiene cierto grado de dificultad. Pero una vez aprendido el oficio, la cosecha de caña se vuelve una rutina.

En resumen, el proceso de producción de caña inicia con la siembra, luego se riega el suelo para que germine o nazca, ya que se plantan trozos de caña y no semillas como en otros cultivos agrícolas. Casi al nacer o antes de ello se hace el chaponeo para que no salga zacate u otra hierba, y días después se le da una pica como si se le rascara al suelo pero sin perjudicar la plantación, para hacer posible que nazca el pelillo, que es el primer retoño de la planta; luego aparecen dos o tres brotes, que empiezan a crecer y en el futuro serán las cañas. Una vez que está el pelillo en crecimiento, se trata de acomodar el surco para que la planta quede arriba, y después se abona una o dos veces hasta que madure la caña y sea quemada para su cosecha, lo que será posible luego de casi un año.

Al parecer el productor cañero tiene segura la venta de su caña al ingenio, pero durante el crecimiento de la planta y hasta antes de la cosecha vive una situación de estrés e incertidumbre por lo que pudiera pasar. Le preocupan el precio que podrá alcanzar la caña, los gastos que va teniendo y que le serán descontados si ya se estableció el acuerdo de venta directa con el ingenio, o que algún miembro de la familia se pueda enfermar antes de que llegue la cosecha y reciba el pago de esta materia prima. La seguridad parece ser una razón muy poderosa para no abandonar la producción de caña. La mayoría de los sujetos mencionaron que tienen el «seguro, asegurado», y mientras no tienen ingresos constantes pueden emplearse en cualquier momento, lo que les ayuda a tranquilizar los nervios si algún miembro de la familia requiere hospitalización o atención médica.

Hasta ahora no han requerido atención médica especializada o no han enfermado de gravedad. Normalmente acuden a la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por embarazos de las esposas u operaciones que no son de alto riesgo, como apendicitis, o para atenderse por problemas de diabetes. No se detectaron casos de enfermedades graves, que requieran atención médica permanente.

Los cañeros tratan de diversificar su producción en la medida en que se lo permiten sus recursos económicos, pues destinan las tierras solo a la producción de caña y no tienen tierras para otros cultivos. Sin embargo, hay quienes siembran además maíz, frijol y garbanza para complementar sus ingresos y que les alcancen para el sustento de la familia; como lo manifiestan, «producir caña no ajusta»; lo cual quiere decir que los ingresos que obtienen por producir caña no les son suficientes.

Se interpreta que se ha creado una correlación entre el ingenio y los productores porque la cosecha parece estar predestinada a parar directamente en sus instalaciones. Resulta ser una compra segura, sin tener que buscar mercado; por lo tanto, el precio es establecido por el propio ingenio. Los acuerdos de pago sujetan al productor cañero; el precio de esta materia prima no se incrementa porque es destinada únicamente a la obtención de azúcar.

Respecto a la familia, se compone normalmente de tres a cuatro miembros; no es tan numerosa como en otros estados donde el promedio sigue siendo cinco o seis hijos, como es el caso de comunidades rurales de Guerrero. El espacio donde viven suele pertenecer al padre del progenitor, es decir, al abuelo; y cuando este muere le deja la casa al hijo mayor o al que se encuentre en ese momento, pues la emigración es alta y los hijos pudieran estar en Estados Unidos. Aunque se encontró que hay quienes rentan casa, o sus familiares les prestan una para vivir.

A los hijos varones desde pequeños se les enseña a realizar labores del campo o aquellas que se consideran propias de su sexo, como cuidar el ganado vacuno, llevarlo a pastar a espacios cerriles, cuidar los chivos, sembrar maíz o aprender labores agrícolas como arar la tierra con mulas. Esto porque es difícil aprender a arar con el tractor cuando ya se tiene una edad avanzada para manejar la maquinaria. No sucede así con las niñas.

El niño, en su socialización primera, también aprende que debe ser fuerte y a no mostrar rasgos de debilidad como llorar, debe ser valiente. Este proceso de socialización no parece distinto del que hemos encontrado en otras comunidades rurales a lo largo y ancho del territorio mexicano; parecen patrones de comportamiento que se reproducen de generación en generación, impuestos por la institución familiar. Esta educación masculina parece ser normal en La Vega; no es algo que cause conflicto en la comunidad, pareciera que los hombres están predestinados a sus labores y quehaceres, al igual que las niñas a los que se consideran propios de su sexo. Así se les forma e instruye socialmente en la comunidad.

Las niñas parecen tener una socialización especial. Aun cuando se habla del empoderamiento femenino y de los derechos que las mujeres han conseguido luego de muchos años de lucha, en las comunidades rurales no parecen tener mayor impacto en la crianza. Por ejemplo, es común que a las niñas en sus cumpleaños o en salidas al mercado los fines de semana se les compren muñecas de todo tipo; en general, son muñecas occidentalizadas, con rasgos como piel blanca, ojos claros, con vestidos de colores brillantes, rubias y con el pelo rizado. Ellas se ven muy felices con estos objetos, pareciera que la institución familiar las estuviera capacitando para ser en el futuro mujeres que deberán esforzarse por gustar. En las observaciones etnográficas, en ningún momento se registraron objetos poco convencionales para el uso de las niñas. Incluso en su primera comunión son maquilladas y vestidas con un ropaje largo y llamativo de color blanco.

A las pequeñas no se les capacita e instruye para trabajar en el campo ni en ninguna actividad de las ya mencionadas para la socialización de los varones. Pero sí se les enseñan labores de casa, y también el manejo de tabletas electrónicas y teléfonos celulares. Los niños en general viven pegados a estos dispositivos todo el día después de llegar de la escuela. «Ya no quieren hacer nada», dicen los padres de familia, pero tampoco parecen ser firmes en sus órdenes de que hagan otras actividades. Suelen amenazarlos con castigos que no parecen asustar sus mentes infantiles. Niños y niñas son felices con sus dispositivos viendo videos en youtube.com; por cierto, les gusta mucho Peppa Pig. Los mismos padres les buscan caricaturas animadas, que abundan en la web ahora y son fáciles de localizar.

Así pues, niños y niñas, en su inserción familiar, se han vuelto sujetos de formación social y hasta rutinaria, pues ya saben qué actividades deben hacer durante toda la semana, como ir la escuela temprano, volver a casa, hacer tareas, ver televisión, usar dispositivos tecnológicos como la tableta y el celular. Así es como van construyendo un modo de vida particular, que oscila entre la modernidad y lo rural. Pero también es complejo porque la niñez es solo una etapa de la vida; en algún momento van a crecer y deberán tomar sus propias decisiones, como dedicarse a las actividades que sus padres realizan u otras diferentes. Algo que ya sucede es que algunos hijos de ejidatarios de La Vega son profesionistas; antes de serlo, ayudan en las labores agrícolas, y una vez que terminan sus estudios tratan de ejercer su profesión, por lo que prácticamente se ven obligados a abandonar el poblado rural.

Las esposas difícilmente participan en labores agrícolas. Sus responsabilidades son cuidar a los niños, hacer la comida, ocuparse de la limpieza de la casa, barrer, trapear, lavar trastos, pagar los recibos de la luz y el teléfono. Es decir, hacer cualquier cosa que se requiera en la casa, así como limpiar cada espacio existente, como la sala, la cocina, la recámara, el patio, y el traspatio si tienen animales de corral como gallinas y cerdos. Las mujeres o esposas también pueden poner puestos de dulces o frutas afuera de la casa o hacerse cargo de tiendas de abarrotes, llevar al médico a los hijos si se enferman, cuidar de los nietos y hacer las comidas para las reuniones familiares, entre otros menesteres.

Así pues, que las esposas parezcan estar destinadas al cuidado de la casa se debe a que desde niñas se les van imponiendo estructuras de comportamiento, que social y localmente son aceptadas. Por supuesto, ellas tienen la capacidad de decidirse a abandonar esta internalización de roles que se reproduce cotidianamente. Pero no es algo sencillo; como señalan Berger y Luckmann (2012), una socialización secundaria en algunas situaciones hace que los sujetos entren en conflicto. Lo que hemos encontrado en la sociedad en general es que al ser humano le resulta más cómodo sobrellevar una vida rutinaria que lidiar con situaciones distintas de las ya vividas o, en su caso, experimentadas. De ahí que en su vida diaria vaya adquiriendo conocimientos que le permiten movilizarse y desenvolverse socialmente con otros, pues así es como se comparte el mundo.

El esposo, por su parte, cuando llega de trabajar espera ser atendido por su cónyuge para alimentarse, descansar un rato haciendo la siesta, salir a la esquina, visitar a los amigos para tomarse unas cervezas en la tarde o noche, así como reunirse con ellos en partidos de futbol los fines de semana o en las fiestas patronales de cada año. Cuando los hijos varones se casan, si hay terreno o espacio en la casa, ahí suelen quedarse a vivir, y si pueden se mudan a otra casa. Esto en función de sus recursos económicos.

También sucede que la familia puede tener otra casa en diferente domicilio, en cuyo caso se la pueden prestar al hijo para que ahí viva. Algunos hijos ya no se dedican a la producción de caña; son migrantes o empleados en Guadalajara y se han desprendido de las actividades agrícolas.

Conclusiones

En el presente artículo se reflexiona desde una perspectiva sociológica-antropológica sobre los procesos sociales que se construyen en un poblado rural localizado en un territorio donde se produce caña. Si bien se dan sus datos geográficos, el trabajo se centra en referir los comportamientos de sus hombres y mujeres como sujetos insertos en estructuras sociales que los determinan, capacitan para la vida y le dan sentido a su propia existencia.

El guion que se utilizó para realizar entrevistas a profundidad y observaciones en campo para esta investigación exploratoria tiene como eje el uso del recurso hídrico. Pero en este artículo no se desarrolla el tema porque es digno de mayor atención y un análisis especial, ya que el agua es de gran importancia. Sin embargo, aquí se dejan ver ya algunos elementos de lo que está sucediendo con el líquido y la presa de La Vega.

No es ninguna novedad para los estudiosos en ciencias sociales y quienes vivimos en alguna parte de México que la violencia, el narcotráfico y la inseguridad son dimensiones que están atravesando varios ejes de la vida de muchos mexicanos. El lugar de estudio no es la excepción, pues se detectaron situaciones de alerta roja o campos problemáticos que, por su delicadeza y la propia seguridad, no se mencionan.

En este artículo se proporciona información producida mediante la observación etnográfica, es decir, se parte de la realidad misma. Es algo que se tuvo presente todo el tiempo porque siempre es refrescante leer documentos, libros, revistas, artículos, investigaciones, etcétera, que nos brinden datos sobre lo que sucede actualmente. Más aún, resulta interesante seguir aportando información para dejar registro de los modos de vida de los pueblos rurales porque la realidad social está en cambio constante, y la de México no deja de darnos sorpresas, como la alianza que están pactando el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el país para derrotar otro partido, aunque este ya es otro tema por estudiar.

Esta investigación exploratoria permitió conocer en parte cómo es la vida en el pueblo cañero de La Vega desde la perspectiva social, así como identificar otras vetas de estudio que ya se están considerando debido a la complejidad de la situación. Aún es apresurado hablar de desarrollo territorial, cultura de la pobreza o cualquier otra sugerencia o inquietud que pudiera surgir en quien lo lea; no son temas sencillos, requieren otro enfoque y considerar el diseño de una nueva metodología. Hay que tener presente que una investigación exploratoria contribuye a identificar elementos de análisis para definir un objeto de estudio más elaborado; este es el aporte del presente artículo. En él se proporcionan elementos para un análisis más profundo ◊

Notas al pie:
  • Entrevistas

    Ejidatario 1: 27 años, terminó la secundaria, casado, tres hijos, siembra caña, renta tierra. Ejidatario 2: 51 años, no terminó la primaria, casado, cuatro hijos, siembra maíz y caña, tierra propia. Ejidatario 3: 56 años, segundo semestre de preparatoria, tres hijos, cultiva solo caña, tierra propia. Ejidatario: 69 años, sexto de primaria, cinco hijos, cultiva caña y limón. Entrevistado: 23 años, estudió la universidad, ayuda a su papá en la siembra de maíz y caña, soltero, sin hijos. Ejidatario: 47 años, estudió secundaria, cuatro hijos, cultiva caña y maíz, renta tierra para sembrar. Entrevistada: 45 años, estudió secundaria, tres hijos, ayuda en la Casa de la Cultura, coordina actividades culturales. Entrevistado: 38 años, estudios de preparatoria, un hijo, renta tierra para sembrar caña. Ejidatario: 92 años, estudió hasta tercer año de primaria, tiene dos hijos, siembra caña.

  • 1

    Conviene recordar que hay cinco los niveles de marginalidad: muy bajo, bajo, medio, alto y muy alto.

  • 2

    Están llenas de aguates. Según el Larousse Cocina: «Del náhuatl ahuatl, espina. Se trata de una espina pequeña y puntiaguda que, como un vello, cubre algunas plantas como la caña de azúcar, la mayoría de las cactáceas y ciertos tipos de frutos, como tunas o nopales».

Referencias
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Historial:
  • » Recibido: 20/06/2021
  • » Aceptado: 27/10/2021
  • » : 30/10/2022» : 2022Jan-Jun